En la víspera de la boda, Claudia consagró los juguetes de su infancia a la diosa Fortuna Virginalis y se puso el vestido de novia, compuesto por una preciosa túnica blanca y un manto de color anaranjado. Un adivino les dijo que el matrimonio contaba con las bendiciones de los dioses. Y sacrificaron un puerco para el banquete. Quartio felicitó a Manio y a Claudia por su boda ya que él nunca consiguió conquistar el corazón de Claudia. Quartio bebió y bebió hasta quedar ebrio, entonces, Quartio empezó a delirar, diciendo que Claudia siempre le había amado, pero, de la amistad al amor había un gran trecho.